Una de las cosas que nos enorgullece nuestro país es su historia. Solo a modo de ejemplo, debemos recordar que fuimos uno de los primeros países en América en tener trenes a vapor; además de la fundición de hierro y la marina mercante.
El tren fue un invento de principios del siglo 19, dentro de la revolución industrial, específicamente en Inglaterra en 1814. Se implementó en los Estados Unidos en 1831, luego en Cuba en 1838, en Perú y Chile en 1851, en 1857 en Argentina y en Paraguay en 1861, cuando empezó a circular el primer tren hasta 1864. Luego de la guerra de la Triple Alianza entró en funcionamiento y el año 2002 dejaron de operar los trenes a vapor.
El tranvía empezó a operar en Asunción en 1872, estirado con caballos; en 1879 en Alemania electrificó este medio, y en 1913 se convierten a tranvías eléctricos en nuestra Capital. Circularon hasta 1997 cuando se decreta el cese de operaciones.
Con estos dos ejemplos podemos asegurar que nuestros antepasados, pese a las dificultades propias de la época y la falta de experiencia, además de ser un país que acababa de salir de una guerra aniquiladora, igual invirtieron en tecnología de punta en favor de la ciudadanía. Por eso nos preguntamos por qué hoy, teniendo más recursos, más posibilidades de acceder a tecnología de punta a costos más bajos no lo utilizamos.
El Metrobús es un claro ejemplo. En vez de utilizar buses diésel con tecnología obsoleta de más de 100 años, contaminantes y que queman un combustible que no producimos, no se aprovecha la brillante oportunidad de que sean eléctricos de última generación, utilizando la energía que nos sobra y no contaminando nuestro ambiente.
Podemos suponer que las razones no son económicas ya que el costo inicial y el gasto de mantenimiento de estos buses eléctricos, llevados a 10 años, son más bajos que los buses a diésel.
Así también el tren de pasajeros y de carga debe reactivarse como tren eléctrico, para llegar a las grandes ciudades de nuestro país y que hagan más competitivos a nuestros commodities.
Estas oportunidades están a la vista de todos, pero debemos ser conscientes de que la política del transporte urbano y nacional debe responder a la necesidad de los ciudadanos. Tenemos que participar en las decisiones y en las políticas con respecto al transporte, que es una prioridad nacional.